martes, 9 de abril de 2019

Historias con Huella. Comprensión lectora ESO



Historias con Huella
Comprensión Lectora ESO


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Este libro está dirigido al alumnado de entre 12 y 15 años, para ser trabajado tanto en el aula como en grupos de refuerzo o con alumnos de Pedagogía Terapéutica. Basado en el desarrollo de las competencias, en especial en la adquisición de habilidades lingüísticas, los textos que componen pretenden desarrollar la iniciativa personal de forma eficaz y crítica, fomentar la participación activa y la creatividad, utilizar las nuevas tecnologías y el tratamiento de la información, favorecer la relación con el mundo natural a través de temas como la importancia de la salud, de las relaciones.

Características: 
Autores: Noelia López Iniesta y José Baides Cobos  
Medidas: 17 x 24 cms
Páginas: 120
Encuadernación: wire-o
PVP: 12,00 € con IVA
ISBN: 978-84-9700-795-5

Relatos para la comprensión lectora y la expresión escrita Los textos que componen esta obra han sido creados para:
•Trabajar los contenidos básicos y habilidades lingüísticas.
•Desarrollar la inicia􀆟 va personal de forma hábil y crítica.
•Fomentar la participación activa y la creatividad.
•Utilizar las nuevas tecnologías y el tratamiento de la información.
•Favorecer la relación con el mundo natural a través de temas como la importancia de la salud, de las relaciones sociales, el trabajo en equipo, la tolerancia y el respeto hacia los demás y sus diferencias.

Primer ciclo de Educación Secundaria de 12 a 15 años
. Aulas ordinarias
. Desdobles
. Grupos de refuerzos
. Alumnado de
. Pedagogía Terapéutica





1. Atlas
Eran tiempos de Dioses, que gobernaban la Tierra desde el Olimpo, en ocasiones benevolentes, pero en otras guerreros y crueles. Eran tiempos de héroes, que forjaban su leyenda con hazañas que la humanidad recordaría eternamente. Y eran tiempos de reyes, que rendían pleitesía a las deidades pero que también eran capaces de enfrentarse a su furia.

Entre todos ellos, Atlas el Titán, el ser más fuerte que jamás hubiera pisado la Tierra, permanecía condenado por siempre a sostener la bóveda del cielo, manteniéndolo separado de la tierra. Muchos años atrás, los Dioses del Olimpo encabezados por Zeus y sus hermanos, se rebelaron contra los reinantes Titanes. Atlas lideró entonces el ejército de los Titanes, pero cayó amargamente derrotado por los rayos de Zeus. A partir de entonces, y para evitar que el cielo, que había quedado muy dañado por la batalla, cayera sobre todos, fue condenado a sostenerlo día tras día, noche tras noche, en una tarea tan pesada que incluso al poderoso Atlas hacía gemir de dolor.

Y en esos recuerdos estaba sumido el Titán, mientras sus músculos se estremecían un día más, cuando apareció por el horizonte Hércules, el mismísimo hijo de su enemigo Zeus:
— Salve Atlas, hijo de Urano, dios primigenio y primordial de los cielos –dijo Hércules con voz atronante.
— Salve hijo de Zeus –le respondió sumisamente Atlas– ¿Qué te trae por el hogar de un condenado?

Tras ese saludo, Hércules le explicó que necesitaba su ayuda. Le había sido encomendada por Euristeo la misión de recuperar unas manzanas de oro, que estaban protegidas por un letal dragón. Y era Atlas el único que podía ayudarle, pues el dragón residía en la que otrora fuera la casa del Titán y a él no le atacaría. Tras pensárselo un instante aceptó, atraído en parte por la posibilidad de librarse momentáneamente de la carga de sostener la bóveda celeste y, por otro lado, temeroso de contrariar al hijo de Zeus. Le cedió el peso del cielo a Hércules, que a duras penas pudo sostenerlo, y se dispuso a cumplir el encargo.

Entró en su casa por la puerta principal, construida con madera de árboles más antiguos que el recuerdo y se encontró de frente con el feroz dragón que custodiaba el manzano de oro. Éste vaciló nada más verlo y sostuvo con él un frío cruce de miradas. Lo examinó de arriba abajo y finalmente reconoció a su dueño. No se prodigó en saludos, simplemente bajó la cabeza y resopló, lo que produjo una humarada con olor a azufre que inundó el jardín donde se encontraba. Atlas pudo por fin relajar sus músculos y mirar a su alrededor, reconoció las almenas de su castillo, los pastos de su prado, la casa que le acogió durante tantos años. Permanecía intacta, como el último día que estuvo allí, nadie se había atrevido a profanarla. A pesar de saberlo preso del castigo de Zeus, Dioses y mortales temían la venganza de Atlas, pues suponían que algún día escaparía de su castigo. Esa idea recorrió su mente (¡La Libertad!) y le hizo concebir la esperanza de acabar con sus días de cautiverio. Recogió pues las manzanas como le había pedido Hércules, las colocó en un saco y volvió con él.

Hércules temblaba mientras sostenía el cielo. Ser el hijo del Padre de Todos le había proporcionado una fuerza descomunal, pero el peso de la bóveda le tenía extenuado. A lo lejos vio llegar a Atlas y eso le llenó de gozo, pero pudo adivinar en sus ojos un brillo especial, como si la nobleza hubiera desaparecido de él, por lo que no había duda alguna: no pensaba volver a sostener su carga. Su mente comenzó a elaborar a toda prisa un plan que le permitiera escapar de aquello, debía de ser rápido y astuto.

Atlas llegó y le mostró las manzanas a Hércules, había cumplido su misión.
Hércules le dijo entonces:
— Gracias poderoso Atlas, ahora debo de llevarlas a Euristeo para completar mi tarea.
— No te preocupes –respondió Atlas–. Euristeo es un gran amigo mío y le placerá que sea yo mismo el que se las lleve.
La frase del Titán confirmó las sospechas de Hércules. Decidió hacerle ver que no sospechaba de él y acompañarlo de adulación, para conseguir su propósito.
— Te lo agradezco amigo, pero antes de partir, por favor permíteme que me coloque un almohadón sobre mis hombros. No soy tan fuerte como tú y como ves, tengo grandes problemas para aguantar este peso.

Y en el mismo instante que Atlas colocó sus manos bajo la bóveda celeste para ayudar a acomodarse a Hércules, supo que había sido engañado. Con la velocidad del rayo éste se deslizó por entre los brazos de Atlas y le dejó otra vez con toda la carga celestial, mientras se alejaba con un saco de manzanas en la mano y una sonrisa burlona en la boca.

Atlas gimió de dolor una vez más. No sólo por el peso, sino por la oportunidad perdida y el engaño sufrido. Maldijo a Zeus y a toda su estirpe. Deseó que todo el mundo olvidase su nombre. El olvido para un Dios es sinónimo de muerte, si nadie te adora, te reza, te ofrece sacrificios, desapareces de la existencia. Sí, ojalá nadie lo recordara, pasarán unos años, quizás diez, quizás cien y al final desaparecerá del recuerdo de los humanos. Pero, si nadie vuelve a recordar al poderoso Zeus… ¿Quién recordará al Titán Atlas? Y su cara se ensombreció y tras mucho tiempo la bóveda no fue su carga más pesada.

COMPRENSIÓN LECTORA
1. ¿Quién es Atlas?
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2. ¿Quién lo castigó? ¿Por qué?
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3. ¿Quién es Hércules? Señala la respuesta correcta:
 Hijo de Urano, dios primigenio de los cielos.
 Hijo de Zeus, el padre de Todos.
 Amigo de Atlas e hijo de Zeus.
4. ¿Qué razón lleva a Hércules a solicitar la ayuda de Atlas?
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5. ¿Qué dos motivos llevan a Atlas a aceptar el encargo de Hércules? Explícalos
con tus palabras.
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6. ¿Por qué cuando Atlas estaba “preso” todos habían respetado sus posesiones?
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7. ¿Qué signo hizo percibir a Hércules que Atlas pretendía escapar de su castigo?
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8. ¿Qué actitud adoptó Hércules para vencer a su enemigo?
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9. Explica la última frase del texto “[...] y tras mucho tiempo la bóveda no
fue su carga más pesada”.
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