martes, 27 de marzo de 2018

Dislexia y Sordera



Dislexia y Sordera

Las contribuciones aquí recogidas son una muestra de los temas que actualmente y a lo largo de los últimos años se vienen investigando en nuestro país; los autores pertenecen a distintos grupos de investigación de nuestra geografía y todos ellos tienen en común haber recibido, desde sus inicios, la influencia magistral y el impulso del profesor Jesús Alegría a quien está dedicada esta obra.



Ediciones Aljibe
Medidas:17 x 24 cms     Nº páginas: 262
Encuadernación: Rústica    PVP: 14,50 € con IVA
ISBN: 978-84-9700-641-5
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COLABORADORES

PRESENTACIÓN

PRIMERA PARTE: LA LENGUA ESCRITA Y SU APRENDIZAJE 
CAPÍTULO I: Origen y funciones de la cultura escrita. María Clemente Linuesa
CAPÍTULO II: La comprensión oral y escrita: ¿es la decodificación de las palabras la única diferencia? Emilio Sánchez, J. Ricardo García y Andrea Bustos 
CAPÍTULO III: Adquisición de la lectura en castellano. Fernando Cuetos, Paz Suárez y Robert Davies
CAPÍTULO IV: Adquisición de la escritura de palabras: modelos y metodología de estudio. Gracia Jiménez-Fernández, Sylvia Defior y Francisca Serrano        
     

SEGUNDA PARTE: DIFICULTADES EN EL APRENDIZAJE DE LA LENGUA ESCRITA   
 CAPÍTULO V: Procesos cognitivos y dificultades de aprendizaje en lectura. Adelina Estévez y Juan E. Jiménez 
CAPÍTULO VI: La evaluación de la dislexia evolutiva. Marisol Carrillo Gallego
CAPÍTULO VII: Intervención en dislexia: diferenciando soluciones reales y mitos. Francisca Serrano y Sylvia Defior
CAPÍTULO VIII: Lengua oral, dificultades en el aprendizaje de la lengua escrita e inmigración. José Antonio Adrián, María José Rodríguez-Parra, Juan José Buiza y Almudena Giménez-De la Peña

TERCERA PARTE: SORDERA Y APRENDIZAJE DE LA LENGUA ESCRITA
CAPÍTULO IX: Los lenguajes del niño sordo. El niño sordo y la lengua escrita. Jesús Alegría Iscoa
CAPÍTULO X: La adquisición de la lectura y la escritura en niños sordos con implante coclear: efectos de la Palabra Complementada. Jacqueline Leybaert, Stéphanie Bravard, Olivia Sudre y Nadine Cochard 
CAPÍTULO XI: Procesos cognitivos y metacognitivos en la expresión escrita de alumnos sordos de educación secundaria. Rafaela Gutiérrez y Francisco Salvador Mata
CAPÍTULO XII: Evaluación de la lectura en las personas sordas. Isabel Pérez, Juana Soriano y Ana Belén Domínguez
CAPÍTULO XIII: Leer y escribir con los alumnos sordos: Una propuesta para su enseñanza. Pilar Rodríguez, Pilar Alonso y Ana Belén Domínguez     


  

Introducción
La capacidad de leer constituye en nuestros días un requisito ineludible tanto para el desarrollo personal y profesional como para los procesos de socialización. La generalización de esta competencia no puede hacernos olvidar que la práctica lectora constituye una actividad muy reciente en la historia de la humanidad. Aunque la escritura se inventó hace casi cinco mil años, leer no fue una actividad socialmente extendida hasta el siglo XIX. Cuando esta práctica se democratizó, cuando la alfabetización constituyó un fenómeno importante en las sociedades occidentales (en España esto ocurre ya en el siglo XX) se plantearon los problemas que todo proceso cultural pretendidamente generalizador conlleva y surgió entonces el interés por el estudio de este campo, en el que desde los años setenta del siglo XX se viene produciendo un inmenso desarrollo desde distintos frentes y tendencias, que en gran medida se reflejará en esta obra.

La historia de la lectura es la de un constante proceso de cambios motivados, en cierta medida, por los usos que ha tenido la lengua escrita y por los distintos formatos y medios en que se ha sustentado; aunque es importante recordar que esos distintos formatos y soportes y los modos de lectura por ellos generados han convivido más de lo que creemos. Hoy contamos con nuevos soportes que han venido a plantear nuevos retos en lo que entendemos por alfabetización, pero ello no debería causarnos más temor del que se produjo en épocas anteriores cuando fueron apareciendo novedades, ya fuera en los sistemas de escritura, en los modos de escribir, en las funciones para las que se utilizó la lengua escrita o en los formatos en que se escribía y leía. Tampoco debería crearnos menos esperanzas que tuvieron nuestros predecesores lectores con las innovaciones que sufrieron y gozaron. Sí debería constituir un motivo de preocupación que gran parte de la población no posea un nivel adecuado de alfabetización. Según datos de la UNESCO todavía hay cerca de 800 millones de personas analfabetas si se considera como criterio de alfabetización “saber escribir un texto simple y breve de hechos relativos a la vida cotidiana”. También es preocupante que en las sociedades alfabetizadas haya desigualdades muy notables ya sean de índole social o individual. Este libro pretende contribuir a la comprensión de muchos de los asuntos que tienen que ver con la alfabetización. Por ello, en este capítulo inicial, presentaremos un breve recorrido histórico sobre algunos temas que quizás nos permitan comprender la complejidad del proceso lector: por qué surge la escritura, qué funciones ha tenido y tiene la lengua escrita, y cuándo surge la lectura como práctica social. 

1. Antecedentes e invención de la escritura
Ciertos autores consideran la decoración cerámica de Nagada II como un intento de expresar mensajes, lo que constituiría un precedente de la escritura (Pérez Lagarcha, 2002), sin embargo una de las hipótesis más asumidas sobre el origen de la escritura es la expuesta por la arqueóloga francesa Denise Schmandt-Besserat, a partir de las excavaciones realizadas en el Oriente Próximo, datadas entre el IX y el II milenio a.C., según lugares (Cardona, 1994). Concretamente en la ciudad de Uruk (en el actual Irak) se encontraron objetos con inscripciones de rayas y puntos, que se interpretaron como un sistema de notación. Más tarde aparecieron las bullae, objetos que, en su parte externa, reproducían la forma y número de lo que contenían, lo que hizo suponer que se trataba del registro visual de una transacción comercial dado que frecuentemente llevaban un sello. En su evolución se sustituyó la bullae por una tablilla de arcilla, que hizo completamente prescindible al recipiente, simplificándose así el sistema. La tablilla de arcilla constituiría la primera escritura o el antecedente inmediato de ésta. La escritura tenía una finalidad eminentemente comercial y administrativa. En este proceso encontramos el origen de la denominada “escritura cuneiforme”, desarrollada por los sumerios, que se extendió por Armenia y Capadocia. Las tablillas de arcilla en las que se escribía con una especie de punzón constituían una solución barata y duradera, que, precisamente, por tratarse de tal material, podemos conocer hoy. Esta primera escritura, llamada “cuneiforme”, era ideográfica, con sus ventajas e inconvenientes. Por ejemplo, al no representar fonéticamente ningún idioma, ya que sus caracteres representaban los objetos más o menos esquemáticamente, quienes la conocían, podían comunicarse aunque no hablaran la misma lengua. Sin embargo, una gran dificultad estaba en que era preciso conocer el simbolismo de cada uno de los signos que la constituían que, lógicamente, eran más numerosos cuanto más completa y rica era cada escritura.

La escritura también fue conocida o inventada por otros pueblos. Tres siglos después, aproximadamente en el 3.150 a.C., tenemos constancia de su aparición de en Egipto (Martín, 1999). Pudo ser una invención propia o una copia de la cuneiforme, dado que entre estos pueblos existían relaciones. Lo que hizo posible su aparición es que se dieran las condiciones propicias para el asentamiento y estabilización de poblaciones en lugares próximos a los ríos, lo que dio lugar a Ciudades Estado. En Mesopotamia, ésto ocurrió en torno a los ríos Tigris y Eufrates y en Egipto aconteció en torno al Nilo. No obstante, una cuestión importante parece diferenciar el sentido y utilidad que tuvo la escritura para esas dos sociedades, pues, a pesar de que los egipcios progresaron en el aspecto económico, tanto o más que sus vecinos, no parece que la utilizaran originalmente para fines comerciales, sino más bien religiosos.

Un tercer lugar de inicio fue China, también cuando el pueblo hua se hizo sedentario. Sobre el sentido de esta escritura, como ocurrió en Egipto, parece prevalecer la hipótesis de que nació con finalidades más espirituales o religiosas que económicas, preocupaciones adivinatorias antes que de contabilidad. Los adivinos interrogaban a sus antepasados calentando con fuego conchas o huesos en los que habían escrito las preguntas, los materiales con el calor se agrietaban, formando líneas que eran interpretadas como las respuestas que los antepasados daban a las preguntas formuladas y que escribían en la parte posterior de la misma concha (Cardona, 1994). Así pues, en su origen, la finalidad de la escritura china, que era también ideográfica, no fue la de constituir un instrumento de comunicación humana, sino más bien de simbolización religiosa y comunicación con seres superiores o con antepasados. En cualquier caso configuró otra lengua, ya que los adivinos no la usaron con la finalidad de anotar la lengua oral. Más tarde, el uso del papel y la pluma hizo que los trazos adquirieran formas más abstractas y estandarizadas constituyendo un sistema, que tal como hoy es conocido y usado es en parte logográfico y en parte fonético. También fueron cambiando las finalidades, puesto que alrededor del 200 a.C. cuando China disfrutó de un largo periodo de paz, la escritura se utilizó para fines civiles y judiciales.

2. Evolución de las funciones y usos de la lengua escrita


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