CÓMO PREVENIR LAS
DIFICULTADES EN EL APRENDIZAJE DE LA LECTURA
Guía didáctica para la Escuela
Infantil
La tesis que sirve de base a este libro es que la mejor prevención de las Dificultades en el Aprendizaje de la Lectura consiste en la puesta en práctica, a lo largo del segundo ciclo de la Escuela Infantil, de un diseño curricular y de una organización de dichas escuelas que propicien la lectura placentera desde edades muy pequeñas, junto con una buena colaboración de las familias.
Autor: Santiago Molina Garcia
Tamaño: 14 x 21,5
ISBN: 84-95212-65-X
ÍNDICE
1. Presentación
PRIMERA PARTE:
PREVENCIÓN DESDE LA ESCUELA INFANTIL
2. Diseño
curricular del proceso lector en el segundo ciclo de la Escuela Infantil
Introducción
¿Qué efectos tiene
el aprendizaje temprano de la lectura?
¿Cuál es la edad
más idónea para comenzar la enseñanza de la lectura?
Marco organizativo
Organización del
centro
Organización de la
biblioteca escolar
Organización del
tiempo para la lectura sostenida
Organización del
aula
Orientaciones para
el diseño y desarrollo curricular
Objetivos de tipo
general
Selección del
modelo didáctico
Epítome general
Selección de las
actividades
Recursos didácticos
para los niveles que integran el ciclo
Criterios para la
selección de “libros de lectura”
Papel del ordenador
personal en el proceso de enseñanza-aprendizaje del lenguaje escrito
Criterios generales
para la evaluación
3. Diseño
curricular para niños de tres a cuatro años
Objetivos
específicos Contenidos
Desarrollo
metodológico de las actividades
Construcción de
historias
Familiarización con
los libros a través de la lectura compartida
4. Diseño
curricular para niños de cuatro a cinco años
Objetivos
específicos
Contenidos
Desarrollo
metodológico de las actividades
Familiarización con
los libros a través de la lectura compartida
Desarrollo de
habilidades psicolingüísticas muy relacionadas con la lectura
5. Diseño curricular
para niños de cinco a seis años
Introducción
Objetivos
específicos
Contenidos
Desarrollo
metodológico de las actividades
Estudio de la
correspondencia entre grafemas y fonemas
Enseñanza de
estrategias lectoras para lograr una lectura comprensiva y fluida
Uso de mapas
conceptuales
El caso específico
de los niños y niñas de alto riesgo
Diagnóstico
psicopedagógico
Tratamiento
psicopedagógico
SEGUNDAPARTE: LA
RELACIÓN FAMILIA-ESCUELA
6. Prevención
desde el ámbito familiar
Introducción
Papel de las
familias en la enseñanza del lenguaje escrito Características socio-culturales
de las familias y aprendizaje de la lectura
Efectos de
distintos tipos de mediación pedagógica
Orientaciones para
contribuir al aprendizaje de la lectura en el seno familiar
Condiciones
favorables
Pautas para llevar
a cabo la mediación pedagógica
Colaboración entre
la escuela y la familia
7. Referencias
bibliográficas
Anexo
1.
PRESENTACIÓN
Las cuatro ideas
básicas que sustentan todo el armazón de este libro que tiene usted entre sus
manos son las siguientes:
La primera idea
acepta el supuesto de que la manera más racional, sencilla y eficaz de prevenir
las Dificultades en el Aprendizaje de la Lectura es enseñar a leer a los niños
y niñas correctamente. Este principio tan elemental conlleva varias exigencias.
En primer lugar, comenzar el proceso de enseñanza en las edades en que el
desarrollo psico-evolutivo del niño demanda dicho aprendizaje de forma natural;
es decir, entre los tres y los seis años, ya que son muchas las investigaciones
que así lo han demostrado. Por tanto, es en la Escuela Infantil donde tienen
que llevarse a cabo las fases iniciales de dicho proceso. En segundo lugar,
requiere que el profesorado de la Escuela Infantil esté perfectamente preparado,
tanto teórica como prácticamente, para llevar a cabo esa importante
responsabilidad de forma eficaz y correcta, lo cual exige un replanteamiento
radical de la formación inicial y permanente de ese profesorado, ya que
tradicionalmente se ha partido del supuesto de que esa responsabilidad
correspondía al profesorado de los primeros cursos de la Enseñanza Primaria.
La segunda idea es
que el proceso de enseñanza/aprendizaje del lenguaje escrito no es un acto
puntual que pueda realizarse a lo largo de un año escolar. Multitud de trabajos
de investigación han demostrado que es un proceso muy complicado y que, por
tanto, exige muchos años de práctica inteligente. Generalmente, comienza a los
dos o tres años y debe continuar a lo largo de toda la Enseñanza Primaria y
Secundaria, e incluso en la Universidad, ya que diferentes propósitos y
diferentes textos requieren la puesta en práctica de unas estrategias lectoras
distintas, que deben ser aprendidas a su debido tiempo y enseñadas con
metodologías rigurosas.
Por consiguiente,
si bien es cierto que los resultados siempre dependerán de cómo se hayan
estructurado las raíces (es decir, de cómo se haya trabajado en la Escuela
Infantil), no es menos cierto que todos los profesores y profesoras de los
restantes niveles educativos tienen que estar bien formados en este ámbito, e
incluir en sus respectivas programaciones didácticas una parcela dedicada al
cultivo del lenguaje escrito. No es serio ni ético que los profesores y
profesoras de los niveles educativos medios y superiores se laven las manos y
echen la culpa a los colegas de niveles más bajos, cuando se encuentran con
alumnos y alumnas que tienen serios problemas lectores y escritores.
La tercera idea es
que la programación terapéutica (y, por supuesto, también la elaboración de la
evaluación diagnóstica) de los problemas de aprendizaje del lenguaje escrito no
corresponde exclusivamente al profesorado de educación especial, a los
logopedas, o a los psicopedagogos.
En primer lugar,
porque resultaría esperpéntico un sistema educativo con tantos especialistas
como profesoras y profesores ordinarios, aparte de que ningún país podría soportar
esa extraordinaria carga económica.
En segundo lugar, porque
la experiencia ha demostrado por activa y por pasiva que un excesivo número de diagnosticadores
y terapeutas del lenguaje en los
colegios no solo no soluciona el problema de las Dificultades en el Aprendizaje
Escolar, sino que lo complica y lo multiplica.
En tercer lugar,
porque está más que demostrado que la única manera posible de resolver las
Dificultades en el Aprendizaje Escolar es a través de la implicación directa y
responsable del profesorado ordinario, aunque disponiendo de las orientaciones apropiadas
de los especialistas que estén comprometidos cotidianamente con la escuela,
cuando los profesores y profesoras las precisen y las demanden. Si esas
orientaciones y prescripciones recorren el camino inverso (es decir, si nacen
en los equipos y departamentos de orientación y terminan en el profesorado),
las Dificultades en el Aprendizaje Escolar nunca tendrán solución.
Ni que decir tiene
que ese compromiso requiere que los gobiernos ofrezcan los medios oportunos
para que se modifiquen las condiciones laborales de las profesoras y profesores
ordinarios, con el fin de que puedan convertirse en unos profesionales reflexivos,
que investigan y que toman decisiones responsables, sin tener que depender de
las decisiones que toman otros profesionales cuyo trabajo gira en torno a la
escuela, pero que están fuera del recinto escolar. Asimismo, exige que la
administración educativa ofrezca a los colegios una serie de recursos
económicos mínimos para que los profesores y profesoras, de forma autónoma y responsable,
puedan dotar a sus escuelas de libros en cantidad y en calidad suficiente, con
el fin de disponer de buenas bibliotecas de aula.
No sé si hay
estudios económicos sobre las ventajas de la dotación de las bibliotecas de aula,
pero yo estoy convencido de que esta alternativa resulta mucho más barata que
la actual, consistente en presionar a las familias para que tengan que comprar
un buen puñado de libros de texto para sus hijos, aparte de las ventajas
pedagógicas que tal planteamiento conlleva.
En resumen, parece
claro que la amplia y compleja problemática de las Dificultades en el
Aprendizaje Escolar no se soluciona proporcionando a los colegios mayor número
de expertos, dedicados fundamentalmente a emitir informes y a revolotear constantemente
sobre las cabezas del profesorado. La auténtica solución (aunque probablemente
nunca será definitiva) llegará el día en que las administraciones responsables
de la escolarización de los niños y jóvenes se decidan a proporcionar a los
profesores ordinarios unas condiciones laborales determinadas, que le permitan estar
al día en los avances psicopedagógicos y que se sientan motivados. Asimismo,
cuando esas administraciones le proporcionen unos centros de recursos
funcionales y próximos a los colegios, no sólo desde el punto de vista físico,
sino también desde el punto de vista afectivo, que funcionen de forma semejante
a los buenos servicios postventa.
Finalmente cuando,
después de haberse logrado esos requisitos previos como consecuencia de decisiones
administrativas eficaces, se dé a los colegios mayores cotas de autonomía de
las que tienen ahora, especialmente en el ámbito del diseño y desarrollo del
curriculum, aunque ello pueda conllevar que en ciertos colegios no se cumplan
las prescripciones curriculares que se derivan del denominado eufemísticamente “Diseño
Curricular Base”. Y cuando digo que no se cumplan, no estoy defendiendo que se
rebajen las exigencias.
La cuarta idea es
que las familias tienen que considerar el aprendizaje del lenguaje escrito de
sus hijos e hijas como una tarea que les incumbe muy directamente, ya que los
resultados de la práctica totalidad de las investigaciones en este ámbito han
demostrado que el mejor predictor del éxito en el aprendizaje del lenguaje
escrito es la ejecución de ciertas actividades lectoras en el seno familiar.
Evidentemente, este compromiso familiar resulta relativamente fácil en las
familias que disponen de un buen nivel cultural y de ciertos recursos
económicos, pero muy difícil en aquellas familias desestructuradas, analfabetas
funcionales, o totalmente desmotivadas social y políticamente. En todo caso, la
consecución de ese compromiso será más posibilista si desde las distintas
administraciones públicas se planifican campañas de sensibilización social
relacionadas con la alfabetización y con la importancia social de la lectura.
Como podrán
comprobar las lectoras y los lectores al ver las referencias bibliográficas que
se citan a lo largo del texto, no puede decirse que esta obra sea totalmente
original. Fundamentalmente, lo que he hecho ha sido reestructurar y, sobre
todo, actualizar y darle un enfoque diferente a todo el material bibliográfico que
ya había publicado en relación con la problemática de la enseñanza y del
aprendizaje del lenguaje escrito, desde el año 1980, fecha en que defendí mi
tesis doctoral en la Universidad Complutense. En esta ocasión he tratado de
escribir una obra sencilla y práctica, y esa es la razón por la que he
prescindido en buena parte de citas retóricas. Dada la forma de concebir mi
trabajo profesional, ese propósito divulgador no ha impedido que haya
introducido también algunas citas (por supuesto, las menos posibles) para
justificar los planteamientos psico-didácticos que se desarrollan a lo largo de
las páginas del libro.
Quienes conocen mi
trayectoria profesional saben que estoy en contra de la publicación de libros
“practicones”, semejantes a los recetarios de cocina. Por esta razón me parecía
muy conveniente haber comenzado este libro con dos capítulos dedicados a
explicar los fundamentos teóricos de la propuesta curricular que presento a lo
largo de las páginas del mismo. Sin embargo, después de haber escrito esos dos
capítulos nos dimos cuenta de que
Alcanzaba una
extensión desmesurada para el objetivo de esta colección. Por ello, finalmente
han desaparecido dichos capítulos. Dada esta anomalía, ruego encarecidamente a
todas las lectoras y lectores que, antes de poner en práctica este diseño
curricular, consulten estas dos referencias bibliográficas: Psicopedagogía
de la lectura (Molina, 1991) y El fracaso en el aprendizaje escolar
(Molina, 1997 y 1998).
En resumen, he
pretendido escribir una obra manejable, sencilla y clara, intentando que pueda
ser útil a todas las personas que tienen alguna relación y responsabilidad en
la enseñanza/aprendizaje de la lectura, y con la prevención del fracaso en
dicho aprendizaje. Fundamentalmente, durante todo el proceso de elaboración, he
estado pensando en las maestras y maestros de la Escuela Infantil, y
naturalmente en los padres y madres. Sin embargo, mi deseo es que también pueda
facilitar el delicado trabajo de las (y de los) logopedas, del profesorado
especializado en Pedagogía Terapéutica, de los psicólogos escolares, de los
psicopedagogos y de los pedagogos. También me sentiría tremendamente satisfecho
si esta práctica obra resultara eficaz para el profesorado de las Escuelas Universitarias
de Magisterio y de las Facultades de Educación, encargado de las asignaturas
relacionadas con la Didáctica del Lenguaje Escrito y con las Dificultades de Aprendizaje.
PRIMERA
PARTE
PREVENCIÓN DESDE LA
ESCUELA INFANTIL
2.
DISEÑO CURRICULAR DEL PROCESO LECTOR EN EL SEGUNDO CICLO DE LA ESCUELA INFANTIL
INTRODUCCIÓN
¿Qué
efectos tiene el aprendizaje temprano de la lectura?
Una de las clásicas
polémicas en relación con el proceso de enseñanza-aprendizaje de la lectura ha
consistido en debatir si es beneficioso enseñar a leer a los niños muy tempranamente
o si por el contrario es más beneficioso enseñarles más tarde. O bien, si se
admite que ese aprendizaje temprano es beneficioso, intentar diferenciar para
qué es beneficioso: ¿para el desarrollo cognitivo, para el desarrollo
emocional, para el aprendizaje escolar posterior, para prevenir posibles
problemas de aprendizaje lector,...?
Por lo que respecta
a la primera cuestión, la práctica totalidad de las investigaciones existentes
demuestran que es beneficioso ese aprendizaje temprano, siempre que se respeten
los procesos evolutivos del niño, siempre que se respete el modo natural en que
el cerebro procesa la información procedente del lenguaje escrito, y siempre
que se lleve a cabo el proceso con metodologías naturales de tipo interactivo
(una revisión de esas investigaciones puede consultarse en Condemarín, 1989 y
en Molina, 1991a). Sin embargo, hay que hacer constar que no está bien definido
el concepto de “enseñanza temprana de la lectura” y que las investigaciones
existentes son bastante discutibles desde el punto de vista de las metodologías
utilizadas.
Por lo que respecta
a la segunda cuestión, los resultados de las investigaciones existentes ya no
están tan claros, habiendo bastantes contradicciones entre unos autores y
otros, aunque hay que reconocer que en ningún estudio realizado se constatan
efectos negativos. Dado el carácter divulgativo de esta obra, no voy a llevar a
cabo aquí un análisis de toda esa serie de investigaciones. Únicamente me voy a limitar a copiar
literalmente las conclusiones a que llegué (Molina, 1991a, 217-218), después de
haber revisado una buena parte de esos trabajos de investigación.
En primer lugar, no
hay que olvidar que muchas de las experiencias pedagógicas que son encuadradas
por sus autoras y autores dentro del movimiento de “enseñanza temprana de la
lectura”, han sido llevadas a cabo a los cinco años de edad y la mayor parte a
los cuatro años. Es decir, en una época en que, en la mayoría de los centros de
preescolar normales y corrientes de la mayoría de las ciudades y pueblos
españoles se inicia a los niños en el proceso de enseñanza-aprendizaje del
lenguaje escrito. O dicho con otras palabras: esas experiencias si resultaron
innovadoras en épocas pasadas, hoy han sido perfectamente asumidas por la gran mayoría
de las parvulistas. Muy distinto es el caso de aquellas otras experiencias
auténticamente tempranas; es decir, las que se llevaron a cabo a los dos y a
los tres años.
En segundo lugar,
se ha podido comprobar que la mayor parte de los estudios de seguimiento han
sido realizados comparando los niveles lectores de grupos de niños que, al
inicio de su escolaridad básica y obligatoria, sabían leer con otros que
entonces iban a ser iniciados. Este detalle, al igual que el anteriormente reseñado,
demuestra que bastantes de esas experiencias pedagógicas autodenominadas de
“enseñanza temprana de la lectura” hoy carecen de toda relevancia
socio-pedagógica, dado que lo habitual suele ser que, salvo un porcentaje de
alumnos que no logran aprender a leer correctamente por razones diversas
(generalmente, en torno al quince por ciento) al terminar el ciclo preescolar, el
resto de alumnos (es decir, más del ochenta por ciento) poseen un dominio
lector muy aceptable, aun habiendo sido enseñados a leer con metodologías no
demasiado innovadoras.
En tercer lugar, me
parece importante no olvidar un detalle constatado en una buena parte de los
estudios de seguimiento reseñados anteriormente. Me refiero concretamente al hecho de que las
diferencias en dominio lector desaparecen pasados unos años, siempre que esos
niños enseñados a leer tempranamente no continúen escolarizados durante el
período de enseñanza primaria o elemental en colegios donde se practica una
pedagogía personalizada
y, sobre todo, muy
rica en actividades metalingüísticas y meta-cognitivas. Este resultado, por
otra parte, es común al encontrado en la mayor parte de las experiencias de
educación compensatoria (véase a este respecto la obra elaborada por encargo del
Consejo de Europa, 1977). Este detalle, sin que desmerezca ni un solo ápice la
trascendencia que han tenido las auténticas experiencias de enseñanza temprana
de la lectura para la renovación pedagógica de todas las Escuelas Infantiles,
me obliga a recordar el denominado “efecto Pigmalión” perfectamente descrito
por Rosenthal y Jacobson (1980).
¿Cuál
es la edad más idónea para comenzar la enseñanza de
la lectura?
. . .
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