viernes, 13 de julio de 2018

Palabras nuevas para otro Humanismo

PALABRAS NUEVAS PARA OTRO HUMANISMO
EL APRENDIZAJE DE LA CONCIENCIA




Somos nuestra conciencia y, sin embargo, dedicamos
bastante poco a potenciarla. Con este libro aprenderás a:
– Promover la reflexión intensa y así aumentar el desarrollo de la conciencia.
– Animar y educar aquello que nos constituye
como personas.

Es permanente la referencia que hacemos a que la solución a los muchos retos de la existencia depende de la educación. Pero, ¿qué educación? Aquella que se centra en potenciar lo que somos, nuestra conciencia. ¿Cómo? Realizando el esfuerzo de atender a la elevación y excelencia de la misma.
Haciendo que las palabras que generan nuestro espíritu
sean valiosas, intensamente interiorizadas y liberadoras.






Autora: José Ángel López Herrerías
Medidas: 14 x 21,5 cms
No páginas: 28
Encuadernación: Rústica con solapas
PVP: 16,50 € con IVA
ISBN: 978-84-9700-858-7


“Si como personas somos nuestra conciencia, nuestro espíritu, educarnos consistirá en
llevar a cabo el esfuerzo de su elevación, que nos liberará de las fuerzas atávicas que nos
dominan y nos hacen peligrosos a unos y a otros”.

José Ángel López Herrerías.

AUTORA
José Ángel López Herrerías. Catedrático de Teoría de la Educación en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense, Madrid. Seguidor de Luis Vives cuando dice que “hay que avivar la fuerza de la razón para que tenga algún poder en el alma”. Autor de más de 30 libros. Entre ellos Enseñar y aprender competencias (2014) en esta misma editorial.


CONTENIDO CENTRAL

DE QUÉ SE TRATA
CAPÍTULO 1
Somos una substancia.
Somos un ser respectivo.

CAPÍTULO 2
Somos un animal racional.
Somos una conciencia apalabrada.

CAPÍTULO 3
No puedo cambiar, soy así.
Puedo cambiar, me puedo proyectar.

CAPÍTULO 4
Dígame un titular.
Dígame la autenticidad de su conciencia.

CAPÍTULO 5
Es medio para enriquecerse trabajar como político.
Trabajar como político es una tarea hacia la comunidad.

CAPÍTULO 6
Lo que la naturaleza no da Salamanca no lo presta.
La naturaleza y la socio-cultura aportan y se complementan.

CAPÍTULO 7
Si queremos la paz, hemos de preparar la guerra.
Si queremos la paz, hay que parar la guerra.

CAPÍTULO 8
Somos un lobo para el hombre.
Somos un humano para otro humano.

CAPÍTULO 9
No hay valores.
Hay valores.

CAPÍTULO 10
Si haces esto te doy un premio.
Si haces esto te sentirás bien y gozarás de intensa satisfacción.1. La dimensión estructural del lenguaje

CAPÍTULO 11
Quiero chuches, dame chuches, ten chuches.
Aprendo a que me digas No y a escuchar No.

CAPÍTULO 12
Vale más pájaro en mano que ciento volando.
Vale más la abierta posibilidad de volar que anclarnos en lo seguro.

CAPÍTULO 13
Soy libre porque hago lo que quiero.
Soy libre porque hago lo que debo y genero desde mi conciencia.

CAPÍTULO 14
Actúo marcado y obligado por externas líneas rojas.
Actúo desde la interna exigencia ética de lo virtuoso que orienta mi conducta.

CAPÍTULO 15
Hablo de cualquier vulgar, banal e inconsciente manera.
Hablo con exigente esmero poniendo en ello lo mejor de mi conciencia.

CAPÍTULO 16
Falto al respeto a los otros encasillándoles en mis moldes.
Mantengo una permanente actitud de respeto, sobre todo a los más diferentes.

CAPÍTULO 17
Somos para ser ondas movidas por el viento.
Somos para el esfuerzo de vivir como corpúsculos y decidir el guión existencial.

CAPÍTULO 18
Debo orientar mi conducta por las influencias externas, aunque sean vulgares.
He de dirigir el día a día desde la exigencia de reconocerme como el autor de las mejores decisiones: ser sujeto.

CAPÍTULO 19
He de saber para sólo recoger información y tener conocimiento.
He de saber para conocer, saber hacer y saber ser: avivar el amor admirativo hacia la verdad, la belleza, la bondad y el amor.

REFERENCIAS











DE QUE SE TRATA 

Todos queremos que el mundo, que la vida ciudadana globalizada, sea de otra manera. Hasta a quienes les va
muy bien, según ciertos cánones de riqueza, poder o seguridad, tienen muchas inquietudes y zozobras. Simbólicamente, han de armarse material y emocionalmente hasta los dientes para disfrutar y mantener sus privilegios y logros y, en ocasiones, quisieran que la vida pudiese ser de otra manera.

Por otro lado, a los que les va fatal, según esos mismos cánones, sueñan también con que el día a día pudiese ser otro. Menos complicado y más amable. En definitiva, que todos pudiésemos llevar a cabo la vida, en la que nos encontramos y que compartimos, con menos violencia, menos tragedia, menos desigualdades, menos miseria. Con algo más de justicia y de respeto de todos con todos.

Para ver que esto es así, que estamos dispuestos a un cambio, a replantearnos, baste, por ejemplo, con observar las vibraciones demagógicas que los líderes políticos provocan entre la multitud de seguidores en la plaza pública de un mitin de cualquier partido. Unos en nombre de que hemos de ser más iguales, y otros en la expectativa de que alcancemos un estilo de vida más libre. Pero, ¿y quién no oye bien o desestima esa permanente música de avanzar hacia la igualdad y/o la libertad? ¿Cuál es la otra alternativa, el diluvio, la dinamita? Permítame el amable lector que recurra al poeta sevillano y soriano A. Machado que con gran maestría, sencillez e ironía, así lo expresa:
...

CAPÍTULO 1
Somos una substancia.
Somos un ser respectivo.

Hoy ya no hace falta mantenernos en ese pensamiento de la substancia en el que los otros son un accidente, un añadido prescindible para cada uno. Como en muchos conocimientos a lo largo de la historia, que seamos una
substancia no es mentira, pero tampoco es la verdad clausurada, perfecta.

El ser humano es un ser respectivo, relacional. Nos podemos considerar como una substancia, con cierto rasgo
metafórico, al final del recorrido existencial de cada uno. En ese momento, es cuando ya somos lo que estamos hechos. En eso consiste el programa ético de nuestra comprometida y responsable realización personal.

Somos lo que nos vamos haciendo a lo largo de la vida, un yo corpuscular donde están profundamente presentes los otros, las ondas que me enredan, que me meten en red de conciencia y de experiencia. Esto es,
somos una realidad histórica, relacional; un corpus, un sujeto, que se consolida desde las huellas de las ondas intercambiadas con los otros. Existir consiste en el compromiso de tener que hacernos, sujeto, con los otros, onda, para al final sabernos responsables de nuestra vida. Así la vida adquiere más sentido y valor, es existencia. Somos la palabra responsable que ha generado el exigido recorrido histórico de nuestro tener que hacernos, ineludiblemente con la presencia dialogante entre (Buber, 1949) los otros.

Lo alternativo. Pasados los tiempos de indagación del conocimiento, de búsqueda de la verdad, llegamos al siglo XX, y desde la Física, como desde los saberes sociales y humanísticos, Neurología, Antropología, Psicología, Sociología, Pedagogía... se potencia un conocimiento de lo real más unitario, menos jerarquizado, no dual, no diferenciable en substancia y accidente.

Así, la ecuación de Einstein: E = m x c2 nos enseña algo diferente al pasado: que no somos materia o substancia que tiene el accidente de la energía, sino que la realidad se puede captar como energía o como materia según sea relacionada al observador. Gran descubrimiento epistémico: la realidad no es dual. Se manifiesta de una manera, energía, o de otra, materia, en relación a la velocidad de la luz (constante, c), con que se mueva; a menos velocidad que el cuadrado de la velocidad de la luz aparece materia; a igual o más velocidad de la referida aparece como energía.
...



CAPÍTULO 2
Somos un animal racional.
Somos una conciencia apalabrada.
Somos un ente abierto al ser. Desde la animalidad somos un animal racional; desde la humanidad nos vemos como aquello que puede hacer que vivamos de otra manera, vivir de tal manera que efectivamente nuestra morada sea el espíritu humanista, otro aire que el animal.

...


¿Cuál es la alternativa? Dejar de pensar y aceptar al ser humano desde la perspectiva de la animalidad y verlo desde el ineludible y nuevo horizonte de la humanitas, de la humanidad. Y, desde esta perspectiva, ¿cuál es la adecuada visión del ser humano? Que es un ser abierto a otras posibilidades. Un ser que se desliga de lo cerrado, de lo marcado, de lo instintivo. Un ser que es capaz de proponerse vivir fuera de los marcados circuitos de lo animal. Un ser que tiene la posibilidad de concienciarse, de reconocerse en otras palabras, y no precisamente las que tienen que ver con el dominio, con la violencia, con el afán de ser y tener explotados a los otros.

En síntesis: Sabemos y vivimos que gracias a las palabras, que se hacen presentes en nuestra conciencia, orientamos y proyectamos el horizonte de nuestra existencia y actuamos de una manera o de otra. Desde este supuesto no parece muy acertado que nos mantengamos en la ya desgastada, usual y muy poco sugerente fórmula de la animalidad racional, como definición del humano.
Desde luego, es mucho más animosa y creativa, cargada de posibilidades y de apertura, la expresión: somos un ente abierto al ser.

Esta expresión además de ser sencilla y poética tiene una enorme carga de creatividad y de innovación. Dice del hombre lo más diferenciador y lo más animoso. Lo manifiesto en la vida puede definirse en una línea que va de lo cerrado a lo abierto, de lo marcado a lo creativo, de lo determinado a lo posible. El recorrido de las diferentes manifestaciones de lo real, desde la naturaleza hasta el ser humano, es un camino hacia la apertura. Desde lo inerte hasta el humano, pasando por lo vegetal, y lo animal, todo el proceso es un camino de innovación, apertura y posibilidad.

No cabe duda de que la deseable innovación y mejora de la historia de la vida, a través de la presencia de la acción humana, es más viable si pensamos la experiencia más como un esfuerzo y un afán de apertura y proyección hacia lo posible que como un mantenimiento organizado
de la animalidad. Visto desde lo ocurrido puede considerarse que ha sucedido lo congruente.

Si nos definimos como animales, lo esperable es que lo añadido, racionalidad, sirviese de motor y mantenimiento de esa animalidad. Es la expresión de la dualidad de contrarios, que no podía aportar nada bueno. De un lado, cierre y mantenimiento, de otro, horizonte de conocimiento que podía alimentar ese cierre programado. El resultado: hacer que lo establecido por las exigencias naturales, instintivas, dominen y mantengan en estado de automatismo aquello que puede plantearse desde lo racional. En definitiva, una acción mecanizada y cerrada desde la capacidad racional de decir el mundo, que en ese caso queda muy limitada y dominada por el control de lo instintivo.

En ese constructo no es extraño que el mundo vivido manifieste tanta contradicción, tanta violencia, y tanta frustración y distancia entre lo programable y lo realizado. De hecho, desde la animalidad racional ocurre que es más fácil que domine la fuerza de la programación instintiva
que el esfuerzo creativo de lo realizable, que queda sometido por aquella.

No sé si el mundo será radicalmente otro si dejamos de vernos animales racionales. Parece que no hay lugar a la duda si nos decidimos, con entusiasmo y excelencia ética, a dejar de considerarnos como animales que razonan, y sí más como seres que, abiertos en la posibilidad de las palabras, nos esforzamos por llevar a la luz de la existencia otros mensajes, otros valores, otros ideales, que aquellos que derivan de la visión animal del ser humano.

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