Durante las cuatro horas que transcurren mientras espera al camión de
la mudanza que lo va a recoger, el pintor malagueño Jorge Díaz repasa
lo que ha sido su vida hasta ese momento, imitando desde niño -incluso
en sus más pequeños detalles- a su paisano Pablo Picasso. Esa necesidad
obsesiva de parecerse a su ídolo le ha conducido a situaciones
patéticas y, en ocasiones, cómicas. Y es que Jorge Díaz es, en muchos
aspectos, muy diferente al genio de la pintura al que trata de
asemejarse. Para empezar no tiene demasiado talento y es un individuo
solitario, ingenuo y excéntrico. Y sin inteligencia práctica para
desenvolverse en el mundo del arte.
Su vida se va complicando cada vez más, sobre todo cuando no
solamente imita a Picasso en lo relativo a la pintura, sino también en
las relaciones afectivas o en sus costumbres más íntimas. Sin embargo,
toda esa enfermiza supeditación a su maestro se viene abajo cuando se
enamora de Carmen, una mujer madura que se encuentra en una silla de
ruedas a causa de un accidente de tráfico. Pero el azar le tiene
reservada una sorpresa que cambiará su vida para siempre.
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