miércoles, 28 de marzo de 2012

Políticas actuales de mejora y liderazgo educativo

Políticas actuales de mejora y liderazgo educativo
  Las políticas de mejora de la educación, desarrolladas al hilo del Estado de Bienestar en la segunda mitad del siglo XX, progresivamente se han ido mostrando incapaces y poco operativas para dar respuestas eficaces a los nuevos retos, incorporando otras sensibilidades, con formas más compartidas y horizontales. De este modo, se siente como necesidad creciente rediseñar la gestión burocrática de los centros educativos, heredada de la modernidad, reimaginando nuevas estructuras capaces de hacer frente a las condiciones más complejas en un mundo más diverso, donde se precisan respuestas contextualizadas y locales.

  Nuestra actual coyuntura demanda organizaciones escolares más flexibles, capaces de adaptarse a contextos sociales complejos. Una mayor autonomía y competencias de la dirección se inscriben en un proceso más amplio de reconfiguración de los modos de regulación y gobernanza de las políticas educativas.

  El libro recoge en un primer capítulo, como marco general y presentación de su contenido, el texto reelaborado de una conferencia pronunciada en la Fundación Chile. Está, dividido en dos partes, a través de los capítulos que lo conforman; en la primera se hace una revisión de las políticas de mejora de la escuela que han dominado en las últimas décadas, así como de las lecciones aprendidas. Los estudios de política educativa (policy analysis), desde los años setenta, ya mostraron que la mejora se juega en su puesta en práctica y que ésta no suele coincidir con lo que, desde un programa racionalizador, se había diseñado por expertos. En su lugar, entre otros, el centro escolar juega un papel crítico en lo que, finalmente, queden las propuestas reformistas. De ahí las tendencias descentralizadoras, con mayores grados de autonomía local. Dados, pues, los límites internos de la acción política para gobernar la educación, se imponen modos de gestión más horizontales, que impliquen al personal afectado en una nueva gobernanza de la educación.

  En los capítulos que componen la primera parte se hace una revisión de estos nuevos modos de regulación en las políticas educativas, dentro de las teorías actuales del cambio educativo, en particular del lugar del centro escolar como una unidad base de la acción educativa y de la mejora. Se da cuenta del viaje recorrido en la búsqueda de la mejora: de las políticas centralizadas externas a situar la escuela como unidad estratégica y, en la última década, convertir el aprendizaje de los alumnos y la acción docente en el aula en el espacio privilegiado. De acuerdo con las lecciones aprendidas, un nuevo paradigma de la política educativa y de la innovación aboga por un equilibrio entre las presiones externas que estimulen la mejora con la necesaria autonomía escolar, donde los procesos de enseñanza y aprendizaje se constituyen en el foco del cambio. Este se debe dirigir a incrementar el aprendizaje de todo el alumnado y, en función de él, demandar los necesarios cambios curriculares, organizativos o apoyos de la política educativa que puedan promoverlo. A su servicio, pues, se subordinan los cambios curriculares, organizativos, de liderazgo o apoyos que puedan potenciarlo. Pero esto lleva poco lejos si no se articula, a nivel de centro escolar, por un liderazgo educativo, al que se dedica la segunda parte del libro.

  El modelo administrativista burocrático de la dirección escolar, propio de la sociedad industrial, presenta graves déficits para incidir en la mejora de resultados de su centro educativo. Al respecto, el liderazgo pedagógico o educativo, más propio de los contextos anglosajones, debidamente contextualizado, puede ser un dispositivo para potenciar dicha mejora, como muestran la literatura y experiencias que se revisan en este libro. Si la escuela, como organización, es la unidad básica de la mejora educativa, un equipo directivo capacitado y con las competencias correspondientes debe ser el responsable último del incremento en los desempeños de los estudiantes. Al respecto son necesarios los correspondientes cambios políticos, legislativos y de formación que hagan esto posible, como un conocido proyecto (Improving School Leadership) de la OCDE ha reclamado. En países en los que la dirección escolar ha tenido una debilidad institucional, el liderazgo educativo o pedagógico ha ido adquiriendo un interés creciente en la última década.
La dirección de las escuelas en el siglo XXI no puede limitarse a una gestión burocrática, tiene que entrar en aquellas prácticas que influyan en el desarrollo y mejora de la organización, en el profesorado y, finalmente, en el aprendizaje de los alumnos. Todos los estudiantes en todos los lugares han de tener garantizado el derecho a la educación, entendido ahora como el dominio de aquellos aprendizajes imprescindibles que les permitan participar en la vida social sin riesgo de exclusión. La dirección de los centros escolares está para hacerlo posible y, por eso, justamente, deberá entrar, con todo lo que supone, en la mejora de la enseñanza y del aprendizaje que ofrece su escuela. Esto implica una nueva gobernanza que, informada por el conocimiento de cómo las escuelas mejoran, ejerza un liderazgo educativo por medio de todo aquel conjunto de acciones que inciden, directa o indirectamente, en los procesos de enseñanza y aprendizaje que llevan a cabo docentes y alumnado. Entendemos mejora, siguiendo a Elmore, como incrementos medibles en la calidad de las prácticas docentes y en las capacidades de los alumnos a lo largo del tiempo.

  Si el centro escolar marca una diferencia en la calidad de la educación ofrecida, como se argumenta en el primera parte, dependerá de los procesos que tengan en su seno, de los modos de trabajo -particularmente en equipo o colaboración- en torno a un proyecto conjunto, de las oportunidades de desarrollo profesional y formación basadas en el centro, del modo como se ejerza la dirección, etc., para que pueda marcar una diferencia mayor o menor. En este proceso, la autonomía y capacidad de un centro educativo, debe ser articulada por la dirección escolar. Pero, también, dentro de una nueva gobernanza, ya no será por autoridad formal, sino porque se haya implicado al conjunto de la comunidad educativa, en un liderazgo compartido o distribuido. Se impone aquí, como en otras políticas públicas, formas más incluyentes y cooperativas de gobernar la educación; conduciendo la nave, tanto a nivel político como micropolítico del centro educativo, sin timón centralizado.

  El liderazgo de los directivos centrado en el aprendizaje contribuye decisivamente a que el centro educativo ofrezca una mejor educación. Como ha puesto de manifiesto la investigación y dice, entre otros, el Informe McKinsey, tras la calidad y trabajo del profesorado, el liderazgo directivo es el segundo factor interno a la escuela que más relevancia tiene en el logro de aprendizajes, en torno a un cuarto por ciento. Si los modelos de cambio planificados externamente, como muestra el fracaso de las sucesivas reformas, no puede provocar la mejora, se confía -en su lugar- en movilizar la capacidad interna de cambio (de los centros como organizaciones, de los individuos y grupos) para regenerar internamente la mejora de la educación. Y aquí, el liderazgo puede desempeñar un papel de primer orden, como argumentamos y desarrollamos ampliamente en los cinco capítulos que configuran la segunda parte.

  La literatura sobre eficacia y mejora de la escuela ha destacado cómo la dirección puede ser un factor crítico en organizar buenas prácticas pedagógicas en los centros educativos con el impacto indirecto en los resultados del aprendizaje. Si, hasta ahora, la dirección ha tenido escasa capacidad para incidir en la mejora de las prácticas docentes; sin embargo, las nuevas orientaciones de la investigación y de las políticas educativas, potencian dicho liderazgo pedagógico. El perfil directivo de gestión se está, pues, ampliando a un liderazgo pedagógico. Un liderazgo para el aprendizaje, de modo compartido, se tiene que extender a través del liderazgo del profesorado y de las Comunidades Profesionales de Aprendizaje. Esta idea de liderazgo es ajena a la cultura habitual de nuestros centros, por lo que no basta cambiar las atribuciones de la dirección escolar en una posible nueva normativa si, paralelamente, no se cambian otros pilares que lo hagan posible: autonomía escolar, plantillas de los centros, modos organizativos que faciliten un trabajo en equipo, compromisos e implicación de las familias y de la comunidad local. 

 

Características

Tamaño: 17x24 cms
ISBN: 978-84-9700-722-1
Año: 2012
Páginas: 313
Precio: 16.90€

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